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Andaba el rey de aquellos territorios algo preocupado porque quería cambiar cosas

Andaba el rey de aquellos territorios algo preocupado porque quería cambiar cosas en la forma de gobernar de su valido y continuamente le venían a la cabeza ideas para poner en marcha y contrarrestar las decisiones en exceso caprichosas de aquél. El problema era doble porque  las ideas las tenían pero no sabía cómo materializarlas, le falta el momento de reposo para planificar alguna de aquellas acciones o, por qué no, varias de ellas en forma y fondo. No encontraba el momento ni el lugar para recluirse y plasmar sus ideas para proceder a realizar el correspondiente edicto. Se le ocurrió una solución al problema: se haría construir una mesa especial, transportable y que la tuviera siempre a mano para poder sentarse y escribir las ideas. Pero también requería de un lugar donde guardar dichos documentos y no que fueran descubiertos antes de que tuvieran la forma definitiva.

Tenía la solución en la cabeza pero no sabía cómo materializarla. Reunió a tres carpinteros de intramuros y les comunicó a los tres a la vez lo que pretendía y les pidió le presentaran soluciones concretas antes de un mes y tenerla disponible antes de las lluvias. Los tres carpinteros se fueron y pusieron a trabar en sus respectivos talleres. Era una excelente ocasión de ganarse el favor del rey mediante la solución ganadora. Allá andaban los carpinteros pensando en la solución al “transportable”, que si ligera o desmontable o plegable. Lo mismo les sucedía con la silla. ¿Cómo resolver el tema de guardar los documentos sin que fueran descubiertos? No servía los cajones tradicionales o los cerrojos fácilmente rompibles. El reto era más difícil de lo previsto y nunca se habían enfrentado a nada similar, acostumbrados como estaban a muebles domésticos, puertas y cerrojos “como los de siempre” Una vez manos a la obra, cada cual se percató de que había elementos en sus diseños que excedían de las herramientas disponibles ya que en ocasiones era la necesidad de útiles propios de herrero o de espartero o incluso de hilandero y en ocasiones era la posibilidad de fragua.

Cada uno disponía de alguno de dichos útiles ya que se había especializado ligeramente, pero ninguno los tenía todos. Para resolver el conflicto y para evitar el enfado del rey decidieron dejarse mutuamente los útiles que necesitaban. Así lo hicieron pero rápidamente se dieron cuenta que, a pesar de que cada cual tenía una idea clara de lo que quería hacer, perdían tiempo de espera hasta que disponían de la herramienta en poder de otro. El retraso fue tal que no lograron el objetivo de presentar las tres soluciones. El rey no entendió cómo era posible tamaño fallo y los convocó. Los carpinteros explicaron, mediante bocetos, lo que quería hacer cada cual y todos le gustaron al rey. Les preguntó por el hecho de no haberlos terminado y le informaron del problema de las herramientas. El rey, sabio y viejo de experiencia, les habló: Cada vez que intercambiabais herramientas y os las devolvíais seguíais teniendo cada uno las mismas herramientas. Si hubierais intercambiado las ideas cada uno tendría tres ideas y hubierais terminado conjuntamente y tendrías terminada a tiempo la mejor de las soluciones. Yo estaría contento y los tres lo estaríais por el trabajo realizado y por mi recompensa. Ahora seguís teniendo las herramientas y la idea, pero no tenemos nada real. Si yo tengo un pan y tú tienes otro y los intercambiamos, cada uno tiene un pan. Si yo tengo una idea y tú tienes una idea y las intercambiamos, cada uno tiene dos ideas. En el intercambio del pan, para tener dos panes lo tenéis que quitar al otro. En el intercambio de ideas no hace falta quitar para tener las dos.

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