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En tiempos de incertidumbre las organizaciones toman decisiones que se apartan de los principios básicos de probabilidad.

En entornos de incertidumbre, los individuos toman decisiones que se apartan de los principios básicos de la probabilidad. Se producen lo que se denominan atajos heurísticos.

Es muy recomendable la lectura del artículo que al respecto escribe Maribel Berges. La autora señala el clásico ejemplo en este terreno por el cual un individuo prefiere no perder 100 euros antes que ganar 100 euros.

El origen de ello puede estar en los sesgos decisorios y que no tienen que ver con la racionalidad matemática y que, por lo tanto, nos pueden llevar a conclusiones erróneas.

Dentro del mundo de la innovación y con la explosión de comunicación en las redes sociales aparecen diferentes sesgos entre los que el “sesgo de autoridad” no es de los menores. Es la tendencia a dar por correcta y acertada la opinión de aquellas personas que tienen cierto prestigio en el campo aún en el caso de que ni sea la correcta ni la acertada. Es el terreno de los denominados “expertos”.

La proliferación de estas personas o “autoridades en la materia” afectan directamente a nuestra forma de pensar y máxime en momentos de incertidumbre o en los que hay que tomar decisiones rápidas. Pocos dudan que estemos en esos momentos y, también, en el campo de la innovación.

Podemos diferenciar, siguiendo a Kahneman, dos mecanismos diferentes de razonar:

  • Intuitivo, rápido, casi automático.
  • Analítico, lento, pausado y sofisticado.

Ambos los utilizamos en nuestra actividad ya que depende del momento, situación, riesgo, urgencia. La dificultad estriba en determinar cuándo una situación o contexto es el real o el que consideramos real. Aparece otro sesgo cual es el de contexto ya que una situación puede parecer similar a otra (nos la recuerda) pero ser diferente y que requiere decisiones o soluciones diferentes. También el sesgo de disponibilidad por recordarnos una situación o experiencia anterior. Si ahora añadimos el sesgo de anclaje ya tenemos la discusión centrada en el primer concepto que aparezca en la discusión y que va a centrar todo el desarrollo posterior.

 En el terreno de la innovación es frecuente encontrarnos con estos cuatro sesgos mencionados:

  • Sesgo de autoridad.
  • Sesgo de contexto.
  • Sesgo de disponibilidad.
  • Sesgo de anclaje.

A pocos les extrañará la siguiente situación en un equipo de innovación:

  • Tratamos de definir un nuevo producto.
  • La Dirección insinúa una línea de trabajo que es apoyada por el especialista en desarrollo (puede aparecer el sesgo de autoridad).
  • Se apoya en un ejemplo anterior que resultó exitoso (Sesgo de contexto y de disponibilidad).
  • La discusión ya se centra en dicha nueva idea y se abandonan o ni siquiera se plantean otras (Sesgo de anclaje).

Veamos una situación que se superpone a la anterior:

  • Un especialista (o tomado de la bibliografía o de la lectura de patentes) introduce algunas consideraciones negativas sobre dicha idea anterior o simplemente aporta otra diferente. (¿nuevo sesgo de autoridad?).
  • Se apoya en citas, patentes, estudios investigados en la bibliografía, etc. (¿nuevo sesgo de contexto y de disponibilidad?).
  • Se desvía la atención hacia esta nueva propuesta. (¿Sesgo de anclaje?).

Aquí es donde quiero centrar mi comentario: La primera escena puede ser válida en entornos de incertidumbre que exigen respuestas rápidas pero la segunda (mejor dicho la combinación de ambas) es la que debe primar en las discusiones del equipo de innovación e incluso fomentar la aparición de una tercera o cuarta opinión.

  • ¿Resulta tan apremiante una decisión en el campo de la innovación como para contentarnos solamente con el primer escenario? Mi experiencia (posible sesgo de disponibilidad) es que no, que nunca existe dicha urgencia que no permita la investigación y, en definitiva el mecanismo de razonamiento analítico, lento, pausado y sofisticado.

Conviene dotar al equipo de innovación y formar a los innovadores en mecanismos de análisis que sean ágiles pero que supongan un modo de razonamiento lo más imbuido posible del método científico. El otro camino es el de “probar suerte”.

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